lunes, agosto 1

Dunas

Hola a todos, soy Juanjo, y los que me conocéis sabréis que escribo en Zona Negativa.
Este es mi primer post en este blog, y consiste en un pequeño relato titulado Dunas. Ahí os lo pongo:

Dunas.

En el desierto la visión se transforma en borrosa cuando el Sol se encuentra en el cenit de su trayectoria diaria. El horizonte queda dividido por una tenue franja imaginaria que separa el tranquilo azul del cielo del ardiente tono anaranjado de la arena de las dunas.

El grupo de hombres avanzaba según el ritmo que marcaba la marcha de sus dromedarios. Tan solo el par que iba a lomos de sendos camellos se movían más velozmente y obtenían un liviano suspiro del aire que se agitaba a su paso.

Tras varias horas de forzar a sus animales a continuar avanzando en la misma dirección, el grupo de doce hombres desistió en su empeño de prolongar la carrera que les debía llevar a algún lugar reconocible.

Se detuvieron en seco, podría decirse que con cierta violencia, fruto sin lugar a dudas de la frustración que les producía el pensamiento de que a pesar de su habilidad y experiencia adquirida con los años, se había perdido en medio de la nada.
Hasta que el más anciano de ellos no bajó de su camello, el resto no se atrevió a poner un pie en el suelo.

Finalmente se reunieron todos frente al fuego de una hoguera improvisada con algunos palos y pieles que llevaban entre sus pertenencias.
El anciano líder les pidió que degustasen lentamente los alimentos que estaban tomando porque tal vez esa noche fuese la última que pudiesen probarlos en mucho tiempo.

Con la elegancia vertiginosa de su lengua árabe, el anciano se acurrucó en el hoyo que había formado su peso bajo sí y les transmitió lo siguiente:

-Pronto nos desharemos de nuestro orgullo y suplicaremos.
Nos arrodillaremos y le pediremos al Guardián que no se nos lleve con él al otro lado. Si es necesario admitiremos nuestra culpa y maldeciremos el momento en el que profanamos El Templo de las Lenguas Doradas del que es custodio. Pero no podemos dejar que cumpla con su labor y nos arrastre a la tierra del olvido, porque allí nuestras almas se pudrirán en la vigilia, y no habrá descanso que nos espere ni este ni el tiempo que Alá ha de traer.

Así que os lo advierto, mostraos sumisos y penitentes ante él y puede que cuando se alce el Sol salgamos airosos de esta noche fría que nos arroja arena sobre los hombros.

Ahora dormid lo que podáis, el Djinn se acerca, pero no tan raudamente como los más jóvenes creéis.
Aunque al principio ninguno pensó que le resultaría sencillo conciliar el sueño, el cansancio acumulado y el calor residual de la hoguera, unidos al confort del turbante y la especia de aljuba que vestían bajo las túnicas fueron suficientes para adormecerles.

El silencio de esa noche era inusual, porque ajeno al rumor de los insectos y del devenir climatológico, poseía un halo de perpetuidad que al escucharlo invadía los oídos de un vacío resonante.

Un breve momento después, una serie de remolinos danzantes se iniciaron súbitamente alrededor del campamento hasta hacer de él una cárcel con rejas de viento y polvo.
Aún habiendo nacido como minúsculos ciclones, ínfimos y prematuros, evolucionaron en torres etéreas de gran altitud, que chillaban sin cesar con silbidos desagradables.

Los hombres, incómodos y atontados, se despertaron con nerviosismo y una dosis de adrenalina avivada por su creciente miedo. Estaban atrapados por las fuerzas indomables de la naturaleza, y sus animales huían ya a lo lejos, con parte del equipaje, de las riquezas, enredado en ellos y rebotando al ser arrastrado a trompicones.

Con notable aplomo, el anciano volvió a sentarse en el suelo y se apretó el turbante para contener el sudor que iba recorriendo su frente para llegar al fondo de su rostro.

Desafortunadamente el resto de acompañantes eran jóvenes con más impetuosidad, y no debía confundirse con mayor autoconfianza, a pesar de que adoptaron una actitud desafiante e hicieron mano de sus cimitarras cuando los remolinos se unieron en uno que dio lugar al Djinn que les venía persiguiendo.

-Tratad de actuar con algo más de sabiduría -les aconsejaba el anciano con su talentoso dominio del dialecto bereber. –Él es más antiguo y fuerte que vosotros. Dejad de poner a prueba su furia.

En otras circunstancias hubiesen tomado buena cuenta del consejo, pero con el Djinn cerniéndose sobre ellos, la espada y la superioridad numérica parecían suficientes para otorgarles la victoria de la violencia.

Huelga decir que de ningún modo les bastó. El Djinn exhaló un suspiro remolón y giró en repetidas vueltas, rozando ligeramente a los hombres, pero sin lastimarlos. Se fue constituyendo una nube densa de arena en suspensión, que les envolvió como si de una niebla de la mañana se tratase. La nube palpitó un par de veces, despacio, controladamente, pero aumentando el ritmo. Para cuando se quisieron dar cuenta, la nube se revolvía con ellos dentro, sacudiéndoles como a muñecos de trapo, y rasgándoles a cada palpitación. El baile del sílice les fue desgarrando las ropas y la piel hasta llegar a la carne y devorarla con una gula carnívora hasta dejar los huesos desnudos formando una montaña de miseria que el fósforo hacía resplandecer.

-Os ha devorado la arena de las dunas, y os ha tragado hasta vomitar vuestros huesos exhaustos. Y todo por intentar saciar el hambre de vuestras espadas.
El Djinn de las Dunas no es tan indigno como para huir ante la presencia de metal cual vulgar genio.

De no haberos condenado vosotros por vuestra propia idiotez, os habría arrojado yo mismo un centenar de maldiciones en lenguas que jamás llegaríais a conocer.
Es un deshonor haber malgastado el escaso tiempo que me queda en intentar adoctrinados en algo que vaya más allá de los pechos de una fulana tuareg o el regusto amargo de un cesto de dátiles.
Triste panda de ladrones.

El Djinn terminó de escuchar las palabras del anciano, y le dirigió una mirada condescendiente, y llena de compresión.
El trote del camello que regresaba a lo que quedaba de campamento distrajo al anciano, que desvió involuntariamente los ojos hacia pródigo animal.

Cuando volvió a buscar al magnífico Djinn con la mirada, ya no quedaba más que una brisa ronroneante que atizaba con garbo el ambiente.

Fin.

6 Tu opinión es importante:

Blogger devorador de cómics said...

Esta bien pero haces frases demasiado largas "el anciano volvió a sentarse en el suelo y se apretó el turbante para contener el sudor que iba recorriendo su frente para llegar al fondo de su rostro.
", deberías hacer mejor uso de las comas y los puntos y no meter tantos adjetivos. Mas simple quedaría mejor, es mi opinión. Espero que no te moleste

9:02 a. m.  
Blogger devorador de cómics said...

la base del relato es buena y tiene el armazón bien hecho. Espero que Juanjo no se nos mosquee!

9:17 a. m.  
Blogger Karina Llergo said...

a mi me gustó. Jovenes inexpertos que piensan que con sus espadas lo pueden vencer todo. Y la analogía vale para otras situaciones claro.

Dátiles amargos?

No lo habia leido hasta hoy porque lo veia un pelín largo y siempre voy de prisa, pero en realidad se va rapido.

9:18 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

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9:02 a. m.  
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