martes, agosto 2

Varsovia

Se había apartado de la columna unos metros para contemplar mejor desde la altura de la colina los escombros de Varsovia. El sargento le siguió:
–¿Esta es la misma ciudad que conociste? –chapurreó en un basto alemán, pero el chico no hizo siquiera el esfuerzo de ignorarle. Permaneció allí, al borde de un terraplén embarrado, dejando que la húmeda brisa del crepúsculo se engarfiase en sus ojos.
La lluvia había borrado el rastro de las últimas fogatas, mientras los faros de camiones del Ejército Rojo iban dibujando la carretera como un enorme gusano eléctrico.
El sargento puso delante de sus narices una arrugada cajetilla de tabaco. Él la rechazó con un cabeceo, pero aun así, sin saber porqué, esbozó en su rostro algo parecido a una sonrisa de gratitud.
–¿Cómo te llamas, chaval?
Era un hombre bajito, casi de su misma altura y eso que él sólo tenía dieciséis años. Aunque le había visto luchar cuando el comando atacó el búnker. Sí, oh sí, era fuerte. Eso era, al final, lo único que contaba.
–Eric. Me mi nombre es Eric. –Suponía que sus clases de inglés se habrían desdibujado durante los dos años de cautiverio, pero vio una expresión de amable sorpresa en el rostro del tipo. Esto haría más fácil las cosas. –¿Y el tuyo?
El vozarrón del Coronel fue la única respuesta. Acababa de regresar de la avanzada.
–Sargento Logan, deje el palique para luego y prepárese para ponernos en marcha. No sé qué coño habrá pasado con los de arriba, pero estos jodidos soviéticos no quieren dejarnos entrar en la ciudad. –Señaló a los hombres que trataban de recuperarse de la marcha acurrucados a los lados del camino. Auténticos andrajos, fantasmas, todavía una semana después de su liberación de manos de los doctores nazis. El militar no supo disimular un mohín de repugnancia. –Encárguese de espabilar a estos engendros. Tendrán que caminar toda la noche.
El hombre apretó las mandíbulas y cerró los puños, extrañamente rígidos desde las muñecas. Por un momento pareció que iba a abalanzarse sobre su superior.
Sin embargo, simplemente agachó la cabeza y cruzó sus ojos con el muchacho una leve mirada, a modo de disculpa.
–Ya habrá otra ocasión para conocernos mejor, Eric –Su voz sonaba muy diferente en inglés. Él no sabría decir en qué. Quizá más profunda, quizá más cansada. Un raro acento la distinguía de las de los compañeros.
Cuando le vio alejarse unos pasos, instintivamente, metió la mano en su bolsillo y acarició la cuchara. Sintió el tacto rugoso del metal calentado por su cuerpo. Esta vez logró retorcerlo sin tener apenas que concentrarse.
La columna empezaba a moverse entre los gritos de los americanos. Alguien le llamó. Eric sólo tuvo un segundo para despedirse de Varsovia.
¿Es esta la misma ciudad que conociste?
No. Desde luego que no.
Aunque era la primera de las ciudades a las que nunca perdonaría.

5 Tu opinión es importante:

Blogger devorador de cómics said...

me ha gustado el encuentro. Y no ha muerto nadie!.

9:07 a. m.  
Blogger Ramón Masca said...

me pilló con la guardia baja... ;p

9:52 a. m.  
Blogger Karina Llergo said...

nah. Si habia soldados había muertos, solo que andabas distraido y no los viste.
miushtó, miushtó :D

10:37 a. m.  
Blogger Edu said...

Me ha encantado, tengo debilidad por estos encuentros previos entre personajes. Y Nimraithkar tiene razón está lleno de muertos, pero están fuera de cámara :)

10:51 a. m.  
Blogger Pablo Gutiérrez said...

Muy chulo. A mí estos escenarios prácticamente apocalípticos de la WWII me pierden. Consiguen una ambientación sobrecogedora. Y el encuentro entre los personajes muy logrado.

Enhorabuena.

12:32 p. m.  

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