martes, septiembre 13

PINOCHO


La realidad siempre se abre paso a través de los sueños. Es una ley no escrita.

Eso pensaba el pequeño Pinocho, al recordar las tardes con su amado creador. Ya no era de madera; El hada quiso concederle su mayor deseo y convertirlo en carne y hueso.

No pensó en que el tiempo pasa deprisa y que nunca volvía atrás. Enterró a Gepeto, su padre, una fría tarde de Invierno. Parte de él murió aquel día.

La madera se podía reparar pero su cuerpo no. No lo pensó cuando pidió su deseo.

Ahora, sentado en una oscura esquina de su pequeño taller, buscaba que la maldita hada volviera a su lado.

- ¡No me dijiste que morían!- gritaba al aire- ¡¿Dónde estás?!

Un fogonazo le cegó por un momento. Al recuperar la visión, la figura de una mujer, flotando.

- ¿Qué es lo que quieres, Pinocho?- la voz era dulce, sedosa.
- ¡Quiero volver a ser de madera!- respondió entre sollozos.
- No se puede volver atrás. Lo siento.
- Pero...no quiero envejecer.
- Ese es el precio que debes pagar por saborear la vida. ¿Acaso no sabes que nada es gratis?. Morir es tu pago.

Otro fogonazo precedió a su desaparición. Pinocho se quedó ahí, mirando al vacío.
Pensaba si había merecido la pena cumplir aquel estúpido sueño infantil.

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