sábado, agosto 6

Pesadilla en un Mundo Soñado


La pesadilla corrió con piernas de tinta y notó que su estómago rugía una marcha fúnebre. Destruyó el amor que se profesaban dos enemigos, robó la inspiración a un tirano y ahogó el llanto de un anciano. Tras la actividad se sintió aún más hambrienta y decidió entrar en el supermercado de alimentos caducados. Hurtó unos sabrosos filetes de esperanza que carbonizó con el fuego de su respiración. Tiró a la basura los mejores trozos y bebió cenizas del deseo, que luego orinó sobre la ilusión de un poeta.

La sombra alada rasgó la noche de seda con uñas de metal, e introduciéndose en el agujero, surcó una tempestad de pensamientos en el tiempo en el que se cierra un ojo ciego. Por el trayecto inspiró a un asesino, borró la memoria a un estudiante y susurró “fea” en el oído de una supermodelo. La pesadilla entró en un kiosco y el kiosquero se tragó el chicle que mascaba, pero en realidad era su lengua.

El espectro sombrío creó un trampolín de rumores falsos y saltó desde él sobre la prensa. Nadó entre palabras dictadas por odio hasta encontrar las necrológicas de un periódico del año 45, pero no había ningún cuento entre ellas. El doloroso despertar odiaba leer, por lo que nunca paraba de hacerlo.

La sombra de un sueño buscó entonces un cuento en la sección de contactos de un periódico deportivo. Llevó su dedo entre Monique 19 recién llegada de Francia y Alexia Talla 120, y tras crear un mundo de jabón juntando sus labios ensalivados en brea, leyó la historia en alma alta. Como cualquier deseo olvidado, la pesadilla habló a la vez con tres voces distintas. Una recordaba el susurro del viento en un callejón oscuro, la otra el último murmullo de un moribundo y la última el sonido que hace algo al caer a un abismo.

“El terrón de azúcar amaba a la cucharilla de café más que ninguna otra cosa en el mundo blanco que conocía. Amaba el brillo que despedía, amaba sus curvas, amaba la forma en la que la bebida se deslizaba gota a gota por su cuerpo de acero. El terrón de azúcar sabía que jamás conocería a la cucharilla de café, ya que los terrones se servían con los dedos y no con la cuchara. De modo que el terrón se desintegró grano a grano y esperó a que alguien usara la cucharilla de café para recogerlo. En vez de eso, la gente tiró el terrón defectuoso a la basura. Desde el cubo, el terrón deshecho pudo ver como arrojaban un terrón entero al café. Y pudo ver como la cucharilla de café acariciaba con un sensual bamboleo los granos teñidos de negro hasta esparcirlos por cada rincón de la taza. Al ver esto, el terrón deshecho no concluyó que la ambición destruye los sueños o que por el amor no merece ser pagado un precio tan alto. Simplemente miró a la cucharilla del café e hizo que todos sus granos gritaran “¡¡ZORRA!!””

-¿Se puede odiar si no es a muerte? ¿Se puede amar si no es a muerte?- Preguntó con sus tres voces la pesadilla.

El kiosquero trató de responder, pero en vez de eso expulsó un eructo con sabor a su propia lengua.
La pesadilla sonrió con dientes blancos de niebla. Arrancó el cuento y lo metió por su propio por el ojo para que su cerebro pudiera leerlo por sí mismo. Pagó dejando tres huesos de un cuerpo no nacido sobre el mostrador y desapareció en una nube de carcajadas fingidas. Cuando el reguero de odio se hubo marchado, el kiosquero tuvo la impresión de que nada había ocurrido jamás, salvo su encuentro con la pesadilla.

1 Tu opinión es importante:

Anonymous Anónimo said...

Very nice site! » »

6:56 p. m.  

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